A continuación, extractos del documento “La filosofía de la victoria: ¿Podemos cambiar el universo?, de Lyndon LaRouche (11 de febrero de 2001)
(https://larouchepub.com/spanish/lhl_articles/2001/filosofvic.html#fn14).
La cuestión más importante y más fundamental que nos plantea la catástrofe que arremete hoy día es esta: como cuestión de principio, ¿en qué grado, de qué manera y por qué medios puede el hombre obtener presciencia del método para cambiar deliberadamente, para bien, el rumbo que lleva el destino de su sociedad de modos específicos, aun para vencer así la peor catástrofe, aparentemente inevitable, como la que se nos viene encima actualmente?
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Por razones que he definido ampliamente en escritos anteriores, cualquier discusión de este asunto se debe ubicar con referencia eficientemente implícita a la acumulación de conocimiento que posee la humanidad y, más estrechamente, cualquier cultura específica, hasta el momento de la discusión. En otras palabras, la investigación de asuntos relativos a la cuestión de método planteada al comienzo de este informe debe tomar su base empírica de la historia de los efectos eficientes del desarrollo anterior de las ideas, según define Platón este término y según definió Leibniz la idea platónica de monadología.
Tal es la circunstancia en la que una cultura específica, en un momento específico, se enfrenta a una amenaza específica a su existencia. Dicha amenaza se debe juzgar considerando no tan sólo que esa cultura está situada en el marco de la geografía mundial, sino también el legado del desarrollo cultural de dicha sociedad, acumulado de toda la historia humana hasta ese momento. Esta retrospectiva define el significado lato de especificidad histórica.
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A este respecto, cuando empleamos el vocablo "idea" como lo harían Platón, Kepler o Leibniz, nos referimos a la clase de idea propia de un principio físico universal, tal como el descubrimiento original de Kepler del principio de la gravitación universal, que Kepler describe paso a paso en Nueva astronomía, o a la idea de comunicación de dicha idea a otro individuo. O nos referimos a la noción de una idea común tanto a esos descubrimientos de principios físicos universales comprobados sea de procesos vivos o no vivos, como a la idea de la comunicación de ideas de esa cualidad específicamente cognoscitiva, según define Platón las ideas, de una persona a otra.”
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Es el mismo principio que expresa cualquier ejecución de la Pasión Según San Juan y la Pasión Según San Mateo de J. S. Bach que se dirija a modo de obtener la participación orgánica que deseaba Bach del compositor, los solistas, el coro y la congregación. La intención es que todos —compositor, solistas, coro y congregación— puedan participar en revivir esa pasión dentro de su propia experiencia cognoscitiva. La Gran Misa de Mozart, su posterior Requiem y las misas de Beethoven expresan el uso del arte para dar nacimiento a una genuina experiencia cognoscitiva de revivir la historia, compartida entre el compositor, los ejecutantes y el público. Estas obras no son ni ficción ni entretenimiento, sino la inferencia de la realidad cognoscitiva de la historia, en contraste con la torpe interpretación reduccionista de las sombras que se proyectan en las paredes de una caverna débilmente iluminada por una hoguera o vistas oscuramente en un espejo meramente sensible de la realidad. La veracidad superior del gran arte clásico, a este respecto, es que cumple la función esencial de capacitar al público, entre otros, para revivir la experiencia cognoscitiva del asunto histórico al que se refieren el arte o una forma apropiada de servicio religioso.
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…Estas ideas se comunican a otras personas en la forma de cualidades específicamente cognoscitivas de conocimiento. La comprobación se define como algo que ha de medirse por el aumento del poder de la sociedad para existir, en y sobre el universo, desde el punto de vista físico. Por lo común, esta comprobación ha de medirse per cápita y por kilómetro cuadrado de un área transversal normalizada de la superficie terrestre.
En ese caso moderno, podemos decir que sabemos lo que quiere decir el autor porque, de ese modo, a través de esa facultad específica de discernimiento cognoscitivo, nos obliga a reproducir en nuestros propios procesos cognoscitivos el descubrimiento del significado de la idea verificable experimentalmente. Este principio gobierna el modo en que ocurre entre personas vivas la comunicación de ideas, según define Platón las ideas; es también el modo en que se comunican las ideas, en tanto ideas, del pasado al presente y al futuro.
En oposición a ese solo paso de la percepción por cuyo medio aprendemos a reconocer objetos en la forma de percepciones sensibles (verbigracia, la tosca noción del empirista de "certeza sensible"), el acto individual de conocer una idea exige tres pasos.
Primero, debe haber el reconocimiento de una genuina paradoja de forma ontológica cuando se juzgan fenómenos observados desde el punto de vista de lo que antes se consideraban modos universalmente válidos de interpretar esos tipos aparentes de fenómenos.
Segundo, debe haber un acto de descubrimiento hipotético de algún principio universalmente eficiente, descubrimiento que resuelve la paradoja.
Tercero, debe haber una prueba experimental del descubrimiento. Esta deberá ser una prueba concebida no nada más para demostrar que el principio hipotético funciona en ciertos casos, sino que debe funcionar como parte integral de todo el conocimiento. En otras palabras, la prueba debe demostrar si el principio hipotético es universal o no. Si no, no es un principio.
Dado que los pasos primero y tercero se demuestran experimentalmente, una segunda persona que repite esos pasos se da cuenta de lo venturoso del pensamiento que engendró el descubrimiento hipotético en la mente del descubridor original, recreado en la suya propia. De ese modo, se conoce lo imperceptible, porque la existencia de esa idea gobierna eficazmente las sombras de la caverna de Platón. Este compartir el acto de descubrimiento de un principio comprobado experimentalmente define una idea de tipo platónico. Las ideas de principio generadas y comprobadas de este modo representan así ideas comunicables y eficaces en la práctica, aun cuando la idea misma no es perceptible a los meros sentidos.
De modo que el asunto de la historia, bien entendida, es la historia de las ideas, definida desde el punto de vista que acabo de resumir. De modo que la única idea válida de la historia es la historia de las ideas.
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En otras palabras, mediante el método de tres pasos esbozado arriba, la mente de los descubridores del pasado se puede comunicar con la nuestra, aun si el descubridor del caso murió hace mucho. Y así, también nosotros estamos en capacidad de comunicarnos con la mente de personas que serán concebidas y nacerán mucho después de que hayamos muerto. Esta relación entre el pasado, el presente y el futuro, definida desde el punto de vista de las ideas, es la equivalencia de la idea de historia e historia de las ideas. No es mediante el aprendizaje enraizado en la certeza sensible, sino sólo mediante la comunicación cognoscitiva de ideas de calidad platónica, como entramos en relación eficiente con el conjunto de la humanidad: nuestros predecesores, nuestros contemporáneos y nuestra posteridad por igual.
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Esto señala el papel indispensable de un modo humanista clásico de educación primaria y secundaria universal para todos los miembros de nuestra sociedad. El objetivo primario y la función de la educación debe ser capacitar a los jóvenes, en particular, para revivir las experiencias cognoscitivas importantes de generaciones pasadas, en especial los grandes descubrimientos y las grandes crisis de culturas y pueblos anteriores. Por medio de la búsqueda de la verdad cognoscitiva en esos modos humanistas clásicos de educación de los jóvenes en ideas, dicha educación echa las bases del desarrollo moral del carácter del joven y, por ende, del adulto.
El carácter moral superior del individuo que disfruta los beneficios de una educación humanista clásica, en contraste con las prácticas más generalizadas de nuestros días, se expresa en el desarrollo de personas que no solamente son, por lo común, más morales y sensatas que las de otras partes de la población, sino que están dotadas de cualidades superiores de aprovechamiento intelectual en cualquier profesión que desempeñen. Así, pues, la idea de una generalidad de desarrollo cognoscitivo, definida así históricamente, señala un estado mental inducido descrito como la expresión de un principio de hipótesis superior, expresado, típicamente, como el poder del individuo de generar familias enteras de descubrimientos.
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En la capacidad de compartir con otros ese descubrimiento cognoscitivo de un principio universal, de manera orientada por una tarea, el conocimiento real del universo físico deviene en sujeto de intención consiente. Distinguiendo unas ideas tales de otras del mismo origen cognoscitivo, es como podemos distinguir una idea de otra como forma de existencia de las ideas, situadas en un proceso social.
Este aspecto social del proceso de acumular ideas válidas, cognoscitivamente, en el curso de generaciones sucesivas, define lo que se considera propiamente principios clásicos de composición e interpretación artística. Los principios comprobables de composición artística clásica también ofrecen las bases para la aprehensión de la historia real y de las artes del buen gobierno…
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La distinción funcional de la forma soberana de república del Estado nacional moderno es que termina con la subyugación de la mayoría de la población al estado práctico de ganado humano. La formulación de las doctrinas económicas, etc, según esa intención le impone a los gobiernos las responsabilidades de: a) proteger el desarrollo económico nacional, medido per cápita y por kilómetro cuadrado; b) promover el desarrollo de la infraestructura económica básica del territorio nacional en su conjunto; y, c) fomentar el progreso científico y el uso de la tecnología derivada de éste para promover el avance de la capacidad productiva del trabajo de todos los hogares de los que se compone la población.
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El florecimiento de la educación clásica y su práctica en la ciencia y el arte, fomenta lo que deviene en el potencial productivo de la población y su inclinación a cooperar en hacer que las mejoras relacionadas en las condiciones materiales y culturales de vida sean la práctica general. El individuo humano es naturalmente creativo; eso lo distingue de las bestias. Esa es la cualidad del individuo que, si se evoca y se alienta, es el origen de caminos ascendentes a mejoras revolucionarias en la condición de la humanidad. Eso que Platón y el apóstol San Pablo llamarían el principio de ágape es la facultad de la humanidad para cambiar el universo.
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